Una canción de Rubén Blades reza: “de que te vale tener y tener, si no sabes que hacer con lo que tienes”. Ese parece ser el derrotero del baloncesto dominicano. En el último sorteo de novatos de la NBA además de Al Horford agregamos el nombre de Sammy Mejía, un chico de origen dominicano, seleccionado al termino de la segunda ronda por Detroit Pistons, después de una bien lograda carrera en DePaul University.
Mejía de 6-06 de estatura (1,98) es un jugador de las posiciones uno y dos de buena envergadura, un sólido prospecto para el baloncesto internacional y un hombre capaz de cambiar la faz de cualquier equipo latinoamericano. Muchas veces anunciado, jamás se ha hecho presente en el país, por lo menos para los asuntos que nos competen. Elíptico nos resulta, la prensa especializada no ha dejado jamás de señalar el interés y los esfuerzos de la FEDOMBAL por el. Esta vez no ha sido la excepción.
Sería interesante poner juntos en una cancha a Horford, Mejía, Francisco García (Sacramento Kings), Luis Flores (ex NBA), Charlie Villanueva (cuando se pueda obtener su ligazón al basket dominicano), Quincy Douby (Sacramento Kings), Edgar Sosa (Universidad de Louisville), Jack Michael Martínez, Amaury Filion, y siga usted sumando. Ese talento siempre ha estado muchas veces, con otros actores, pero ha sido imposible agruparlos de la mejor manera posible. Ha faltado voluntad, autoridad y recursos.
Hace apenas dos años se revolvieron decenas de nombres de posibles dominicanos, Stephen Jackson, Trevor Ariza, Kenton Paulino (que terminó jugando para Belice), amen de archiconocida novela de Marc Jackson (ex New York Knicks e Indiana Pacers) y el nunca mencionado Oscar Gugliotta (Olimpia de Milano, Italia). Estos dos últimos, con sangre dominicana corriendo por sus venas. Más que esfuerzos, arena que barre el mar.
Para muchos técnicos conocedores del baloncesto internacional, sería una delicia manejar un equipo dominicano, en buenos términos. Alguien me dijo una vez: “Dominicana no ganará si no tiene un técnico argentino”. Guillermo Vecchio y Néstor García han sido los que más cerca han estado. También han sonado Daniel Maffei, Carlos Duró y Guillermo Narvarte. Los entrenadores dominicanos se quedaron atrás, hace mucho tiempo, por múltiples razones y los norteamericanos (Moncho Monsalve incluido, pese a que hay que brincar el charco atlántico para tenerlo) que se han aventurado han sido abandonados a su suerte, en un espinoso camino. Triste destino. Quizás, necesariamente, no sea un argentino, pero si alguien que esté a caballo de innumeras situaciones.
Queda la esperanza de que algún día las cosas cambiaran para mejor. Hay el relevo generacional valido y disponible para un equipo que siempre ha estado muy por encima de la media en edad de los buenos contrincantes y por debajo en capacidad táctica, pero no hay voluntad para ir más allá.
Por Luis Rafael Madera
Mejía de 6-06 de estatura (1,98) es un jugador de las posiciones uno y dos de buena envergadura, un sólido prospecto para el baloncesto internacional y un hombre capaz de cambiar la faz de cualquier equipo latinoamericano. Muchas veces anunciado, jamás se ha hecho presente en el país, por lo menos para los asuntos que nos competen. Elíptico nos resulta, la prensa especializada no ha dejado jamás de señalar el interés y los esfuerzos de la FEDOMBAL por el. Esta vez no ha sido la excepción.
Sería interesante poner juntos en una cancha a Horford, Mejía, Francisco García (Sacramento Kings), Luis Flores (ex NBA), Charlie Villanueva (cuando se pueda obtener su ligazón al basket dominicano), Quincy Douby (Sacramento Kings), Edgar Sosa (Universidad de Louisville), Jack Michael Martínez, Amaury Filion, y siga usted sumando. Ese talento siempre ha estado muchas veces, con otros actores, pero ha sido imposible agruparlos de la mejor manera posible. Ha faltado voluntad, autoridad y recursos.
Hace apenas dos años se revolvieron decenas de nombres de posibles dominicanos, Stephen Jackson, Trevor Ariza, Kenton Paulino (que terminó jugando para Belice), amen de archiconocida novela de Marc Jackson (ex New York Knicks e Indiana Pacers) y el nunca mencionado Oscar Gugliotta (Olimpia de Milano, Italia). Estos dos últimos, con sangre dominicana corriendo por sus venas. Más que esfuerzos, arena que barre el mar.
Para muchos técnicos conocedores del baloncesto internacional, sería una delicia manejar un equipo dominicano, en buenos términos. Alguien me dijo una vez: “Dominicana no ganará si no tiene un técnico argentino”. Guillermo Vecchio y Néstor García han sido los que más cerca han estado. También han sonado Daniel Maffei, Carlos Duró y Guillermo Narvarte. Los entrenadores dominicanos se quedaron atrás, hace mucho tiempo, por múltiples razones y los norteamericanos (Moncho Monsalve incluido, pese a que hay que brincar el charco atlántico para tenerlo) que se han aventurado han sido abandonados a su suerte, en un espinoso camino. Triste destino. Quizás, necesariamente, no sea un argentino, pero si alguien que esté a caballo de innumeras situaciones.
Queda la esperanza de que algún día las cosas cambiaran para mejor. Hay el relevo generacional valido y disponible para un equipo que siempre ha estado muy por encima de la media en edad de los buenos contrincantes y por debajo en capacidad táctica, pero no hay voluntad para ir más allá.
Por Luis Rafael Madera
No hay comentarios:
Publicar un comentario