domingo, 15 de julio de 2007

LIBSUR: Castro y Ancud van por la copa

Los "Leones" ganaron 79-71 al "Monstruo del Lago" y los del Pudeto 90-51 a los jugadores de la ciudad del Rahue.

Una electrizante y exitosa jornada deportiva se vivió durante la tarde de ayer en el gimnasio Fiscal de la comuna de Ancud, más aún si Deportes Ancud continúa con su racha ganadora. Esto en el marco del cuadrangular Libsur de la serie infantil, el que este sábado disputó su jornada inaugural con dos emocionantes partidos que partieron pasadas las 16 horas y se extendieron hasta las 20 horas.


En el duelo estelar, el dueño de casa recibió a Provincial Osorno, ocasión en la que los dirigidos por el técnico argentino, Emiliano Cucchetti, derrotaron por 90-51 a los de la ciudad del Rahue, anotándose en la final que se jugará esta tarde, a las 18 horas, en fiscal de calle Esmeralda.

PRELIMINAR

Sin embargo, un duelo más apretado fue el que se vivió previo al partido entre ancuditanos y osorninos, en el cual Castro y Llanquihue se mostraron los dientes. Pero fueron los de la capital provincial los que se quedaron con el triunfo tras derrotar a los lacustres por 79-71, los que se jugaron sus últimas cartas para alcanzar el juego decisivo. De esta manera, ancuditanos y castreños se enfrentaran hoy.

El choque entre chilotes será a las 18 horas, ocasión en el que el coliseo de calle Esmeralda de la comuna del río Pudeto se convertirá en una verdadera caldera, puesto que la "Celeste" infantil no pretende dar su brazo a torcer, al igual que los castreños. El tercer lugar, en tanto, lo definirán las delegaciones de Osorno y Llanquihue, partido que está programado para las cuatro de la tarde.

MIGUEL SÁNCHEZ GUINEO /miguel.sanchez@laestrellachiloe.cl
Fuente: Diario La Estrella de Chiloé

PUERTO RICO: Recorre los 100 x 35 para saludar a su Isla

El armador sobrevoló el País haciendo cuatro paradas para compartir.

En Atenas 2004, el baloncelista Carlos Arroyo recogió a Puerto Rico entre sus manos y lo levantó orgullosamente para que el mundo lo viera.

Ayer, a ese mismo Puerto Rico lo volvió a recoger en unas horas de viaje en helicóptero y redescubrió de qué está hecha esa isla que levantó entre sus manos.

“Puerto Rico es pequeño... en el mapa es pequeño. Pero no lo es”, dijo Arroyo en un momento del viaje en helicóptero, mientras sobrevolaba el área Sur de la Isla, cerca de completar la mitad del viaje.

Al final del viaje, el Arroyo ya se había dado cuenta de cuánto es Puerto Rico. Arroyo, de 28 años, no ha vivido en Puerto Rico a tiempo completo desde que se fue a terminar la escuela superior en Estados Unidos.

“Si orgulloso estaba de mi país, ahora más. Lo aprecio más por los paisajes y por su gente que uno no tiene la oportunidad de conocer. Me siento bien orgulloso”, dijo.

Arroyo tuvo esa oportunidad reveladora gracias a un viaje promocional con su auspiciador Mc Donald’s, que le llevó ayer a los cuatro puntos de Puerto Rico, en donde le esperaban grupos de fanáticos para estar cerca del baloncelista de Fajardo.

Su natal Fajardo, la tierra de los Cariduros, fue el primer punto de parada. Ese tipo de visitas son peligrosas porque son capaces de demostrar que no se es ‘profeta en su tierra’.

Arroyo estuvo a gusto con la fanaticada que asistió. Entre su fanaticada estaban sus padres y abuelos maternos.

“No sé. No sé qué decir. Esperaba que en Fajardo hubiese más gente, pero hubo lo suficiente para compartir y pasarla bien”, dijo.

Pero Guayama, la ciudad de los Brujos, el segundo punto de parada, fue el pueblo que le llegó a hondo al baloncelista.

Allí le esperaban grupos de equipos de baloncesto de categorías menores de Guayama y el vecino pueblo de Arroyo, el de los Bucaneros. Había música y centenas de fanáticos.

“Todos el mundo se portó muy bien, pero Guayama nos tenía un ‘caldero’ esperando allí”, dijo con sentido figurado.

No menos a gusto quedó Arroyo con el recorrido por el norte de la Isla, en donde el helicóptero reveló unas vistas aéreas imposibles de ver por otros medios de transporte: los farallones de las Cuevas de Camuy, la Ciudad Romántica, y el radiotelescopio de la Villa del Capitán Correa (Arecibo), más las costas y playas de la Atenas de Puerto Rico: Manatí.
Eso fue entre Mayagüez y Guaynabo, que fueron, en ese orden, los otros dos puntos de parada en la gira. Además fueron pueblos en que también hubo fanaticada para recibir a Arroyo.

La fama de Arroyo explotó hace poco más de tres años, luego de Atenas 2004, y sigue viva gracia a aquel Puerto Rico que entonces levantó.

Cerca está otra oportunidad de reavivar esa fama: los Juegos Olímpicos Pekín 2008. Si clasifican, Arroyo podría tener otro momento de gloria.

“De hace tres años para acá, ha sido un sueño, ha sido impresionante lo que ha sido mi camino”, dijo.

Por Fernando Ribas Reyes / end.fribas@elnuevodia.com

ARGENTINA: Demasiada oscuridad

El seleccionado mayor de Argentina sufrió la tercera derrota consecutiva. Fue frente a Uruguay en Paysandú por 69 a 77 en medio de otra floja labor. Uruguay dominó el partido siempre y sólo vio comprometido el triunfo en el cierre. Lo Grippo, jugando medio partido, fue el mejor anotador.

El seleccionado mayor perdió por tercera vez consecutiva frente a Uruguay. Esta vez fue en la ciudad de Paysandú por 77-69 en el marco de un partido amistoso con vista a los Juegos Panamericanos y donde estuvo en juego la Copa Ciudad. Argentina volvió a tener una labor deficitaria, casi sin luces y la parte ofensiva fue su peor faceta.

En medio de un trámite muy poco atractivo el partido siempre fue controlado por Uruguay. Al principio el conjunto local, al igual que en los encuentros anteriores, volvió a tomar distancia con el peso interior de Batista y mediante tres triples (dos de Osimani y otro de Charquero) se escapó a nueve puntos (12-21). En el segundo cuarto Uruguay desnudó los problemas ofensivos argentinos y con el aporte de García Morales sacó una máxima de doce (23-35) adueñándose de los tiempos pese a no estar exento de irregularidades (21 pérdidas).

Uno de los mejores pasajes de Argentina se observó al principio del tercer capítulo. Redobló sus esfuerzos defensivos y con el liderazgo de Lo Grippo (entró a falta de dos minutos para el cierre del segundo cuarto) se acercó a cuatro unidades (35-39). Pero reapareció Batista (16 rebotes) y Uruguay manejó la contienda sin inconvenientes para tomar trece (44-57), la mayor brecha. No obstante, la sequía también se hizo presente en el local (cinco minutos sin convertir) y Argentina se acercó a tres con dos libres de Cequeira (59-62) a 2:30 del cierre. Pero un doble y falta y un triple de Aguiar bajaron el telón definitivo.

URUGUAY 77-ARGENTINA 69

Uruguay (21-39-59): Martín Osimani 10, Nicolás Mazzarino 2, Emilio Taboada 2, Gastón Páez 0, Esteban Batista 26 (fi); Claudio Charquero 6, Mauricio Aguiar 9, Leandro García Morales 13, Juan P. Silveyra 0, Gustavo Barrera 4, Sebastián Izaguirre 3 y Fernando Martínez 2. DT: Alberto Espasandín. Argentina (14-30-47): Luis Cequeira 7, Diego García 9, Javier Bulfoni 0, Leonardo Mainoldi 0, Román González 8 (fi); Raymundo Legaria 5, Gabriel Mikulas 4, Matías Sandes 3, Martín Leiva 0, Diego Lo Grippo 22, Patricio Prato 11 y Damián Tintorelli 0. DT: Gonzalo García. Arbitros: Miguel Nieto (Uruguay) y Alejandro Ramallo (Argentina). Estadio: 8 de Junio (Paysandú, Uruguay).

Fuente: www.webasketball.com.ar

Coney Island Baby (I)

La fama de Stephon Marbury y Sebastian Telfair invadió el baloncesto estadounidense antes siquiera de llegar a la NBA. Dos fenómenos adolescentes, el más puro producto de Nueva York, la ciudad que más bases ha producido, y con sello de Brooklyn, de la marginal Coney Island. Allí asombra un nuevo fenómeno, de nombre Lance Stephenson y que crece en el histórico y duro Lincoln High School. Jordi Vilà, joven periodista que ha visitado algunos de los rincones más atípicos del baloncesto estadounidense, nos presenta la apasionante historia del joven Stephenson

So you know I seen it all before
I seen hoop dreams deflate like a true fiend's weight

Jay-Z
"Izzo (H.O.V.A.)"

Ésta es la historia de un partido que no pude ver. Ésta es la historia de Coney Island y de Lincoln High School. Ésta es la historia de un prodigio adolescente que trata de mantener la excelencia de una saga irrepetible.

Lance Stephenson tiene 16 años, el mundo en sus manos y el peso de un barrio – y de una familia- sobre sus espaldas.

Bob Cousy, Tiny Archibald, Pearl Washington, Kenny Smith, Mark Jackson, Rod Strickland, Kenny Anderson, Rafer Alston, Andre Barrett. Ninguna ciudad ha producido tantos bases – algunos Hall of Fame, algunos All Star, otros simplemente bases NBA- como Nueva York.

Stephon Marbury, Sebastian Telfair. Lincoln High School también tiene un papel en esta película. Los primos – ¿y amigos?- nacieron en Brooklyn, crecieron, por separado, en Coney Island, en Lincoln, y se han reencontrado en la NBA.

Pero por cada Andre Barrett hay un Omar Cook. Por cada Rafer Alston, un Kareem Reid o un God Shammgod. Por cada base que llega hay otro que no cumple las expectativas. Por cada Steph hay un Eric, un Donnie Jr, un Norman y un Zach Marbury. La misma sangre, exactas raíces, destinos opuestos.

Lance Stephenson es el último gran base de New York. Es el tercer gran jugador de Lincoln en aprender antes la palabra NBA que NCAA. Es la razón por la que los estadounidenses se pueden permitir no sentir envidia por no tener a Ricky Rubio.

Le llaman Born Ready porque su ADN baloncescístico dice que lo tiene todo para triunfar. Pero su DNI señala que es de Coney Island - Brooklyn, Nueva York- y por eso la presión y las adversidades no se separarán de él en el camino. Unos consiguieron superarlas, otros no. Algunos sueños de grandeza y una nómina NBA se hicieron realidad, otros no. La vida de Lance Stephenson es como la de Arthur Agee y Curtis Gates: Hoop Dreams, enésimo capítulo.

“Pienso mucho en el futuro… Pienso mucho en él”, dijo Stepehnson en el periódico Newsday.

Martes, 30 de enero de 2007. Coney Island

Son las cinco de la tarde pero ya es oscuro en Coney Island. El frío invernal neoyorquino no perdona, y es fácil intuir que el mar y la playa están cerca. La avenida Ocean Parkway absorbe el tráfico con naturalidad, sin prisas, y la tarde parece tranquila.

Cuando llego al Abraham Lincoln High School, fácilmente reconocible en el número 1001 de la avenida, y me dirijo a la entrada al gimnasio, donde los Railsplitters reciben hoy al instituto Boys and Girls, me encuentro una docena de agentes de policía -tres coches y una furgoneta patrulla- y una treintena de personas con la esperanza de poder ver jugar a Lincoln, de poder ver jugar a Lance Stephenson. El responsable de seguridad del instituto preside una entrada pequeña, una puerta roja metálica ubicada en una callecita perpendicular a Ocean Parkway. Veo en la pared un cartel que anuncia que para entrar es necesaria una entrada, que cuesta 5 dólares. Otro cartel deja bien claro que no se puede entrar con armas. La expectación es enorme, la gente espera impaciente para entrar mientras escucha desde la calle los ecos del partido que acaba de empezar. Pero no entrarán. Yo tampoco. El agente de seguridad anuncia que el aforo -unas 400 personas- está más que completo, que no entrarán ni amigos, ni familiares, ni prensa. Los presentes se indignan pero el guión de la historia no es nuevo.

Como el Cyclone del mítico parque de atracciones junto a la playa, como el Nathan’s en Surf Avenue, los bases con talento son parte de la esencia de Coney Island. Desde que Marbury jugó en Lincoln, en los 90, pasando por Telfair, que terminó su etapa en el instituto hace un par de años, el barrio entero ha seguido a sus prodigios paso a paso. Son los elegidos, ellos tienen la oportunidad de una vida mejor, alejados del ghetto, de la violencia, de la marginalidad. Ellos son el espejo en el que los chicos del barrio se quieren ver reflejados aunque sepan que son muy pocos los que consiguen escapar de la negatividad de su entorno. Steph y Bassy primero, y ahora Stephenson, son la esperanza del barrio, por eso el barrio está pendiente de ellos.

“El colegio representa el barrio”, dijo Dwayne “Tiny” Morton, entrenador de Lincoln desde 1996, a la revista Dime. “Por eso Lance no puede fastidiarla, porque toda la comunidad está pendiente de él”, añade. Morton jugó en Lincoln en los años 80 (ganó un título de la ciudad en el año 86), y destacó luego en Long Island University. Él no ha dejado el barrio, pero ayuda a otros a hacerlo. Stephenson, un chico tranquilo y discreto, no esconde sus circunstancias y dice en la misma revista: “Coney Island es un lugar duro para crecer. Hay violencia y pasan cosas, pero me ha hecho más fuerte. Si no fuera de aquí, no jugaría como juego”. Telfair asegura que “después de lo que hemos vivido en Coney Island, después de eso, no tienes miedo a nada”. Stephenson es ahora el centro de atención, y, especialmente en Nueva York, eso equivale a presión. “Mucha gente está encima mío y todos me dicen cosas”, señala el base en Newsday. “Pero ahora mismo, intento concentrarme en el colegio”.

No es fácil. Están la familia, los amigos, los agentes, la gente del barrio que quiere sacar provecho de su previsible futuro empapelado de dólares. Y está la prensa. La repercusión mediática de este prodigio adolescente no para de crecer. Igual que Marbury y Telfair, cada paso de su precoz estrellato queda documentado. Marbury fue uno de los protagonistas de The Last Shot (1994), un libro en el que Darcy Frey relataba un año entero en Lincoln, el primer año de Marbury en el equipo. Unos años más tarde, Spike Lee retrató la vida de una estrella de Lincoln en He got game (1998) y Marbury siempre ha dicho que el cineasta se inspiró en él. Hace dos años, el periodista del USA Today Ian O’Connor siguió a Telfair en su año senior en Lincoln en el libro The Jump, en el que detalla el paso del base del instituto a la NBA, proceso que también siguió el cineasta Jonathan Hock, autor del documental Through the fire (2005).

Ahora, pues, es el turno de Stephenson, que ha sido objeto de reportajes en las revistas SLAM Y DIME y en periódicos como el New York Times y que será el protagonista de un documental que narrará sus tres últimos años en Lincoln, empezando por la presente temporada. Cada jugada, cada torneo, cada partido de Stephenson tiene cámaras –de fotos, de cine- periodistas, artículos. También el partido contra Boys and Girls, que llegaba a Lincoln invicto. El New York Post me dice al día siguiente que Lincoln ganó (90-74) con 30 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias de Stephenson. Dos días más tarde, consigue 29, 12 y 6 en la victoria contra South Shore High y un día más tarde, 30, 12 y 10 contra Grady. Unas semanas después, Stephenson le mete 42 puntos a St Patrick’s en el torneo Trenton Shootout.

“Todo el mundo puede ver el potencial de Lance, que es increíble, pero no le bauticemos como el mejor proyecto o el gran talento de futuro. Todavía no”.

“Tiny” Morton sabe lo que tiene entre manos; lo ha visto antes. Él entrenó a Bassy, el mejor anotador de la historia escolar de New York. Él vio a Steph exigiendo un puesto de titular en Lincoln cuando era freshman. Morton sabe donde está Stephenson, y donde estará. Igual que Ricky Rubio, no sólo impresiona lo que hace ahora, da miedo pensar lo que hará en el futuro. Morton sabe que el potencial de Stephenson no tiene límites, por eso pide paciencia pero reconoce cómo de especial es el chico. ¿Y como es el chico? Lo explica é mismo: “puedo jugar en cualquier posición que mi equipo necesite. Si es necesario que juegue de base, seré el base. ¿Escolta? Puedo serlo. Pívot. Todas las posiciones”. Autoestima, confianza. Talento. Stephenson es un base-escolta de 1,94 (los médicos dicen que puede llegar a pasar de 2,05) con cuerpo de alero, un todo terreno fuerte y rápido como un joven Scottie Pippen. “Yo no le clasifico como base o como escolta”, dice Morton. “Juega como lo necesite”. Stephenson es el director de orquesta de una banda que juega a su ritmo, aprovechando su dominio del balón, rapidez y agresividad, sin olvidar su capacidad de aprovechar su altura y jugar dentro de la pintura. Tiene un buen tiro exterior y, según dijo Morton en Newsday, “no todo el mundo se da cuenta de esto, pero la mejor parte del juego de Lance ahora mismo es la forma como pasa el balón”. “Tiny” admite que “tiene que mejorar en defensa y controlar las emociones en la cancha”, pero incide en que “cuando le veo, tan habilidoso y talentoso, y con lo fuerte que está, a veces me olvido de que sólo es un chico de 16 años”.

Marbury y Telfair vivieron la vida que vive y vivirá Stephenson: estrellas en New York, estrellas del ABCD Camp, McDonald’s All American, reclutados por Syracuse, Louisville, Georgia Tech y por todas las universidades importantes, centro de atención de los scouts NBA desde los catorce años. Marbury y Telfair saben lo que le espera a Stephenson. “Hablo con ellos muy a menudo”, dice Lance, “siempre me dicen que me mantenga concentrado y que siga estudiando”. Stephenson es el menos base de los tres; tiene su propia personalidad, pero la esencia es la misma. Los tres van sobrados de talento y confianza en ellos mismos. Morton dice que “los jugadores como Stephon, Sebastian y Lance no tienen miedo de competir”. El mismo Stephenson dijo en SLAM que “siempre me he fijado en como Stephon y Sebastian crecieron y jugaron a baloncesto. Les he seguido, pero yo juego a mi manera”. Brandon Walters jugó con Bassy y lo hace con Lance actualmente en Lincoln: “Sebastian era más líder, más base que Lance. Ponía el balón donde quería, era increíble. Pero Lance es sólo un sophomore y todavía puede crecer mucho. Se puede ver que quiere ser un gran jugador a toda costa”. Marbury no tiene dudas. “Creo que tendrá la oportunidad de de estar en la elite de entre los bases legendarios de Nueva York. Creo que tiene que continuar haciendo lo que está haciendo. Ahora mismo es un jugador dominante y tiene que asegurarse que va a la universidad con la intención de continuar dominando. Por lo que respecta a la NBA, es cuestión de tiempo”, dijo Steph en el New York Times.

Stephenson todavía no da pistas sobre a que universidad irá –¡faltan dos años!- pero es difícil intuir que será sólo por un año; su destino es el mismo que el de Marbury y Telfair: la NBA. Y igual que con Bassy, que firmó un contrato de 18 millones de dólares por seis años con Adidas antes del draft, y con Kevin Durant actualmente, las marcas deportivas harán más fácil la decisión de pasar al profesionalismo. Por ahora, Stephenson está vinculado a Adidas, que viste a Lincoln y que cuenta con Morton entre sus empleados (este verano acudirá en New Orleans al adidas Basketball Experience, aunque también ha participado –y destacado- en la LeBron James Skills Academy de Nike, en Akron).

Jordi Vilà
Redactor independient