Cada verano, desde hace varios años, Score International llega al país con conjuntos de baloncesto que se reparten por toda la geografía nacional. La coordinación local recae sobre el ex jugador Geovanny Valdez, un gran armador de tiempos recientes y mejor elemento. Las huellas que dejan estos combinados en uno y otro lugar, sin muchas pretensiones y escasa promoción en los medios, es valiosísima.
Además de sus predicamentos religiosos que son un bálsamo para el espíritu en lugares convulsionados de nuestras ciudades, el grupo ha sabido traer a nuestras canchas jugadores de importancia dentro de sus universidades y escuelas secundarias, los que han dejado una muy grata impresion. Solo para citar una muestra, hace dos o tres años se nos brindó la oportunidad de ver en una misma cancha al gigante Marcus Campbell de Mississippi State University, ahora con Charlotte Bobcats y a Brandon Wallace de la Universidad de Carolina del Sur, flamante selección de Boston Celtics en el más reciente draft de la NBA.
Así también nos han llegado miembros distinguidos de universidades como Clemson, Auburn, Tennessee, Vanderbilt, Mississippi, y otras, todas de primera línea. La conformacion de los quintetos no siempre es pareja, pero de que despliegan un gran baloncesto es indudable: tienen fundamentos, habilidades, garras y disciplina. Todo tope con ellos, en el plano deportivo, deja beneficios.
Es menester señalar que se trabaja tanto en la rama varonil como en la femenil. Hay un derroche de calidad innegable.
La espiritualidad es igualmente importante. Necesaria en tiempos convulsionados y agitados. Ineludible en sociedades como las nuestras, dignas de mejor suerte y más oportunidades. Es el trabajo intangible que desarrolla Score International.
Sin lanzarnos a ir más allá de nuestros atributos, quizás las selecciones nacionales, siempre tan ávidas de encuentros internacionales de consideración, deberían aprovechar estas incondicionales visitas y pautar uno o más enfrentamientos con estos jóvenes, siempre dispuestos a exhibir sus atributos en nuestra calurosa nación. Posiblemente hasta brindarles soporte en sus actividades: una facilidad, una pericia, aunque probablemente jamás pedirán ni exigirán nada a cambio.
El trabajo de nuestro Geovanny Valdez posiblemente nunca llegue a ser ponderado, evaluado o reconocido, pero de que hace un aporte considerable al baloncesto dominicano, sin pedir nada a cambio, es una verdad tan elocuente como que después de la noche viene el día.
Gracias Geovanny, no hay dudas de que el baloncesto va más allá de las canchas y como dice otro de los nuestros: “eres como una hormiguita…”
Luis R. Madera Campillo
Además de sus predicamentos religiosos que son un bálsamo para el espíritu en lugares convulsionados de nuestras ciudades, el grupo ha sabido traer a nuestras canchas jugadores de importancia dentro de sus universidades y escuelas secundarias, los que han dejado una muy grata impresion. Solo para citar una muestra, hace dos o tres años se nos brindó la oportunidad de ver en una misma cancha al gigante Marcus Campbell de Mississippi State University, ahora con Charlotte Bobcats y a Brandon Wallace de la Universidad de Carolina del Sur, flamante selección de Boston Celtics en el más reciente draft de la NBA.
Así también nos han llegado miembros distinguidos de universidades como Clemson, Auburn, Tennessee, Vanderbilt, Mississippi, y otras, todas de primera línea. La conformacion de los quintetos no siempre es pareja, pero de que despliegan un gran baloncesto es indudable: tienen fundamentos, habilidades, garras y disciplina. Todo tope con ellos, en el plano deportivo, deja beneficios.
Es menester señalar que se trabaja tanto en la rama varonil como en la femenil. Hay un derroche de calidad innegable.
La espiritualidad es igualmente importante. Necesaria en tiempos convulsionados y agitados. Ineludible en sociedades como las nuestras, dignas de mejor suerte y más oportunidades. Es el trabajo intangible que desarrolla Score International.
Sin lanzarnos a ir más allá de nuestros atributos, quizás las selecciones nacionales, siempre tan ávidas de encuentros internacionales de consideración, deberían aprovechar estas incondicionales visitas y pautar uno o más enfrentamientos con estos jóvenes, siempre dispuestos a exhibir sus atributos en nuestra calurosa nación. Posiblemente hasta brindarles soporte en sus actividades: una facilidad, una pericia, aunque probablemente jamás pedirán ni exigirán nada a cambio.
El trabajo de nuestro Geovanny Valdez posiblemente nunca llegue a ser ponderado, evaluado o reconocido, pero de que hace un aporte considerable al baloncesto dominicano, sin pedir nada a cambio, es una verdad tan elocuente como que después de la noche viene el día.
Gracias Geovanny, no hay dudas de que el baloncesto va más allá de las canchas y como dice otro de los nuestros: “eres como una hormiguita…”
Luis R. Madera Campillo