martes, 14 de agosto de 2007

Palabras innecesarias

Las declaraciones de Héctor Báez al rotativo El Nuevo Día de Puerto Rico (Ago.09.2007) resultaron nimias, ociosas. Quizás pretendió hacerse el gracioso, aunque para todos es un sangrú, y ofrecer palabras de buena crianza, pese a que muchos consideran que no aprendió buenos modales. Señalar a estas alturas que Flor Meléndez era su primera opción para entregarle las riendas del equipo nacional es atentar contra lo poco que parece haberse logrado.

En suelo borincano, Scott Roth aparenta haberle sacado provecho a un quinteto que a todas luces necesita cambiar su fisonomía para compromisos venideros. Ganó una primera fase de manera contundente, algo que tampoco habíamos hecho jamás, derrocha gran armonía y reparte minutos a unos y otros. Restan aún los compromisos frente a Cuba y seguramente frente a los locales, pero no debe haber dudas de que asistiremos al Centro-Basket del 2008.

Roth cumplió con disciplina y sin estridencias, frente a rivales de poquísima monta. Es muy probable que el entrenador quisiera ofrecer más declaraciones a la prensa y estas no nos llegan como quisiéramos, pero el bombazo del director del proyecto de selecciones nacionales se lanzó más allá de la media cancha. Saber qué se pretende… solo hurgando ciertas cabezas.

El señor Roth llegó al país prácticamente de incógnito y de su contratación nunca se había ofrecido ninguna seña. Para muchos era un total desconocido y se nos sigue mintiendo cuando se nos recuerda que fue el director técnico de Turquía en el mundial del 2002. Es muy posible que se temiera a las críticas.

Lo que si se conoció era que el interés primero del señor Báez era Mike Malone, actual asistente de Cleveland Cavaliers, miembro del cuerpo técnico de la selección de Canadá para este 2007 e hijo de Brendan Malone, una figura de todos conocida y que ya el mismo señor Báez había utilizado en 1993 para quedarse al frente del equipo nacional, sin ninguna experiencia previa, ni siquiera a nivel local y dejando a todos con la boca abierta.

Otras posibilidades jamás se confirmaran, aunque se dice que se llegó a conversar con el argentino Guillermo Vecchio y algún americano más. De ser así, se nos demuestra que realmente se tenían muy pocas opciones y muchísimos menos canales de comunicación que los que realmente se nos ha pretendido vender como bueno y valido.

Sobre las ausencias, unas por jugadores que se niegan a integrarse y otras por disciplina, hay tela por donde cortar. Lo cierto es que esta gerencia no las tiene todas consigo, jamás ha sido un ente aglutinante y hay verdadero malestar entre muchos actores del espectáculo. Para muestra un botón, de los llamados de su ciudad natal ninguno se reportó. Los casos de Alexis Montas y Andy Williams se repiten por toda la geografía nacional.

Además, pareciera que nadie quiere recordarle a “El Toro” que en sus años de jugador no fue precisamente un modelo a imitar, resultó inconstante, díscolo, inestable, perturbador, grosero y descortés. Los sistemas terminaban donde el y rompía todas las estrategias de sus dirigentes. Más de una vez dejó huérfana a la selección nacional, sin excusas. Hay mucha gente con techo de cristal y pretenden que esta condición no forme parte de la historia. Mientras tanto, que disfrute su reinado, quizás olvida que es un cargo prestado, que tiene que rendir cuentas y nunca será dueño del mismo.

En lo personal tengo dos Héctor Báez frescos en mi memoria. El primero el 18 de junio de 1980 cuando le entreviste en la vieja cancha de Arecibo para el Listín Diario, jugando como refuerzo de los Capitanes a las ordenes de Gene Lynam, allí era todo emoción y humildad y me confesó: “nadie me había entrevistado jamás”. El otro en un encuentro frente a Naco en la cancha del Mauricio Báez, que se extendió a 4 tiempos adicionales y falló 18 lances libres (35 intentos), ahí ya había un amasijo de ideas encontradas, incongruencias y se fraguaba un alma que no ha podido jamás hacer las paces con sus propios demonios.

La máscara que se nos ha querido vender este ser que pretende revestirse y reciclarse, de autoridad, autosuficiencia, disciplina, no asusta a nadie, es más mueve a compasión. Si alguna duda queda, solo hay que buscar su trabajo sobre las selecciones nacionales, recientemente dado a conocer, y entenderá que en esa cabeza hay muchos huecos que llenar y pocas neuronas que contar.

Un “Manual de Carreño” debió de ser una lectura obligada de la formación de Héctor Báez. Si nunca lo tuvo en sus manos, que desempolve algunos textos en las librerías dominicanas y seguro lo encontrará.

Luis R. Madera Campillo

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